Borges tal vez no lo hubiera soportado, así que no le dije nada.
Pero... no querían leer. En verdad, no querían hacer ningún esfuerzo. Se habían sentado y la indisposición era una bruma tan densa que mojaba.
Había elegido Urdemales y el compadre, que aparecía en una edición tipo revista, con ilustraciones a todo color con el título de Cuentos irrespetuosos.
—Página 19 —les dije.
El subtítulo dice «Cuento folklórico». Enseguida una pregunta que busca más la risa que la respuesta, sobre todo por el tono en que la pronuncian: ¿qué tiene que ver el folklore? Aparece enseguida la respuesta no deseada: "Bailan". Risas encontradas. Risas fáciles, burlonas un poco, tal vez otro poco ficticias.
—No queremos leer.
—Pero, acá... ¿cómo es la cosa? ¿Tenemos que hacer lo que ustedes quieran?
—Teníamos hora libre.
—No creo que haya una libertad más grande que leer —las palabras me salieron sin esperanza, un poco frías o hirientes. La distracción era la única respuesta posible y mis poderes de predicción se parecieron en ese instante a la promesa de intereses de mercadopago y daban sus dividendos.
Entonces se me ocurrió que era mejor reponer el tema del folklore:
—¿Saben qué es el folklore? Recién dijeron bailar, ¿qué más pueden decirme?
Las décimas de segundo de silencio que siguieron a la pregunta solo podían significar que lo estaban intentando. Entonces, un poco provocativamente les pregunté:
—¿Es la música o el baile? —y tras una breve pausa— ¿o las dos?
Yo sé lo que hago con estas preguntas, es como arrear a las ovejas del pensamiento, empujarlas por una angostura en el sendero.
—Es lo mismo —y la respuesta era una oveja negra, que le dicen.
—¿La música y el baile son lo mismo? ¿O son dos cosas que caben en el folklore?
—Es un deporte —sonó una voz y me dio un topetazo.
Entonces les conté de las disciplinas artísticas, de las seis artes clásicas de los griegos, del cine como séptimo arte. Todas referencias vacías y conjuntos inexistentes que rebalsaron el vaso de las previsiones.
—¿Se acuerdan que el otro día fue el acto por el día de la tradición? —tragué un poco de saliva.
—Sí, que bailaron... —por un momento me sentí derrotado.