La inteligencia artificial es parte de una evolución tecnológica que está transformando el mundo. Está claro que sin tecnología, en sentido amplio, ni siquiera podríamos escribir.
La mezcla de minerales molidos con agua, orina o sangre como aglutinantes constituyeron las primeras tintas con las que las cuevas patagónicas cuentan sus historias. Para moler esas piedras usaron morteros, no manos desnudas. La utilización de la herramienta no invalida la manifestación humana; la posibilita.
Las ilustraciones de esta sección están generadas mediante IA y no pretenden sustituir el aura de la mano humana, porque su función no es artística, sino instrumental: son un eco rápido del texto, una herramienta más —como el teclado o el mortero— para apuntalar la idea que se está narrando.
Yo mismo no podría escribir sobre una hoja de papel con esta durabilidad ni con esta prolijidad ni con esta tipografía que seleccioné especialmente para transmitir un extracto, un concentrado, una esencia de la idea que sí pienso mientras sí escribo con mis dedos presionando la aparente magia de Clarke que hace que una simple tecla de plástico convoque a los electrones para conformar los cuerpos de las letras a mi antojo.
Pero yo no podría tener ni una idea completamente mía, sin la cultura no habría un yo como yo que lucha contra ella al mismo tiempo que la constituye, la expande y la perpetúa.
En esta localidad virtual acomodaré lo mejor que pueda los recuerdos de mi vida en las bibliotecas antes de que el tiempo huracando de la cotidianeidad se los lleve.
Cuando vienen estudiantes de sexto grado a visitar la escuela para ver si la eligen para empezar la secundaria al año siguiente, a veces les leo «El parto» de Galeano [...]
[...] Justo Borges pasó por la puerta e hizo un gesto, como asintiendo [...]
[...] es necesario mirar por el ojo de la cerradura para que las ganas de descubrir algo [...]
Borges tal vez no lo hubiera soportado, así que no le dije nada.