Las ilustraciones que acompañan estas crónicas han sido generadas mediante Inteligencia Artificial.
En este proyecto, la IA no se utiliza para simular arte humano, sino como una herramienta de visualización conceptual acelerada.
Al igual que un procesador de textos no escribe la crónica, la IA no crea el sentido; ambos son instrumentos para fijar las ideas.
Estas imágenes no son decorativas, son indicativas, tal vez.
La inteligencia artificial es parte de una evolución tecnológica que está transformando el mundo. Está claro que sin tecnología, en sentido amplio, ni siquiera podríamos escribir.
La mezcla de minerales molidos con agua, orina o sangre como aglutinantes constituyeron las primeras tintas con las que las cuevas patagónicas cuentan sus historias. Para moler esas piedras usaron morteros, no manos desnudas. La utilización de la herramienta no invalida la manifestación humana; la posibilita.
Las ilustraciones de esta sección están generadas mediante IA y no pretenden sustituir el aura de la mano humana, porque su función no es artística, sino instrumental: son un eco rápido del texto, una herramienta más —como el teclado o el mortero— para apuntalar la idea que se está narrando.
Yo mismo no podría escribir sobre una hoja de papel con esta durabilidad ni con esta prolijidad ni con esta tipografía que seleccioné especialmente para transmitir un extracto, un concentrado, una esencia de la idea que sí pienso mientras sí escribo con mis dedos presionando la aparente magia de Clarke que hace que una simple tecla de plástico convoque a los electrones para conformar los cuerpos de las letras a mi antojo.
Pero yo no podría tener ni una idea completamente mía, sin la cultura no habría un yo que lucha contra ella al mismo tiempo que la perpetúa.